Primera Parte
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Julio todavía 5.
Salimos de Durango unos cuantos minutos antes de la media noche en nuestro vehículo de apoyo de Aventura Pantera, este aun cuando ya tiene 10 años, nunca nos falla y por más que le damos duro sigue el camino y largo que este fue, pues llegamos a Nuevo Casas Grandes Chihuahua, como a las 3 de la tarde después de manejar toda la noche y parte del día bien pero bien cansados.
Julio 6.
Íbamos muy entusiasmados a participar por cuarto año en la Ruta Chichimeca un evento ciclista que promueve las ciclo vías, el uso de la bicicleta y su seguridad, el turismo en los Estados por donde pasa: Chihuahua, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Querétaro, México, D.F. y finalmente la América Prehispánica, en especial las diferentes tribus Indígenas del Desierto “Los Chichimecas”.
La ciudad (Casas Grandes) es moderna, con calles anchas y derechitas pero como son nuevas literalmente no tienen atractivo alguno, así que nos fuimos directo al viejo Casas Grandes, donde está el “Museo de Las Culturas del Norte” con colecciones muy bonitas de esta área de México con énfasis en la cultura Mogollón, al parecer los constructores del imponente sitio arqueológico de Paquimé contiguo al museo. No puedo decir mucho de la historia del lugar, pues no somos arqueólogos ni pretendemos serlo, así que agarramos las cosas siempre de primera vista y el lugar es impresionante.
Supuestamente edificado en la segunda mitad del primer milenio y con obvia influencia mesoamericana, se cree que esta fue una ciudad próspera de como 10,000 habitantes, pero ahora la marca del tiempo se ve en sus muros de tierra y difícilmente se puede uno imaginar con alguna precisión, como se veía físicamente el conjunto como ciudad.
Lo que más nos impresionó enseguida es la magia (no hay otra palabra para describirlo) del lugar que de inmediato te llega, sientes la presión del espíritu de la gente que vivió aquí hace más de mil años, que establecieron comercio con Sudamérica, y que fincaron una civilización pujante en medio del desierto.
Para mi el dato más curioso de todo el clan, el de la guacamaya escarlata, es que traían desde el sur de México, cuando menos 1,000 km. a las guacamayas escarlatas Ara macao que usaban para sus ritos y ceremonias, pudiendo fácilmente encontrar en la región a la guacamaya verde o Ara militaris, que hasta la fecha todavía abunda en las barrancas y quebradas de Chihuahua, Durango y Sinaloa.
En el Museo platicamos un ratito con la directora y etnóloga Laura Vázquez Vega, recién desempacada, y quien fue muy amable prometiendo acompañarnos en la ruta el próximo año.
Nos fuimos de ahí pensando cada quien sus cosas, según nos había impresionado el lugar y directo a buscar donde acampar para pasar la noche, logrando encontrar antes de la puesta de sol, abrigo en las instalaciones de la Unión Ganadera de Casas Grandes ya que le pedimos permiso a Don Adán administrador del lugar quien con muy buena disposición nos dijo donde poner el campamento.
Nos hicimos una cenita y a dormir ya que en la mañana iniciaríamos la aventura.
Julio 7.
Al despertar noté que los primeros rayos del sol teñían de un rojo tenue al sitio arqueológico de Paquimé y cuando menos eso explica en parte la razón del porque construyeron el sitio en donde está, así que con esta señal de buena suerte, de color rojo, iniciamos la ruta chichimeca 2007.
Como decía el gran pensador Buda, “un viaje de mil kilómetros se inicia con un paso” y en este caso un viaje de 1,500 Kilómetros se inició con un pedalazo y de repente ya íbamos por la carretera a muy buena velocidad con el aire en la cara sintiendo una sensación de libertad muy difícil de describir que en parte contesta, el porque estábamos haciendo esto, algo que no puedo aun ahora responder del todo, pero poco a poco como en cámara lenta en relación a la velocidad de los vehículos que velozmente nos rebasaban, iniciamos a pasar por un pueblo y otro como Galeana y un sencillito “El Piñón”, bien limpios, con bonitos edificios y unas esculturas bien curiosas donde nos tomamos unas fotos.
El terreno, un valle por donde íbamos pedaleando, curiosamente se parecía mucho a Durango, como cuando pasa uno por La Joya el ex rancho de John Wayne, un gran valle al pie de las montañas con sus patillas y relices de piedra bien marcados.
La carretera limpia y delineada con grandes álamos muy al estilo de la campiña del norte, y en los poblados donde ésta se convertía en avenida de varios carriles con sus camellones ordenados con árboles de una sola especie, hasta que finalmente llegamos a Buenaventura.
Aquí antes de entrar al pueblo, para variar, se nos ponchó el camión y un anciano ( era ya un viejito) descaradamente nos cobró 250 pesos por arreglar la llanta, de seguro nos vio cara de italianos, pero otra persona el Doctor del pueblo nos dio buena recibida y nos dirigió a un arroyo que pasa por allí, donde sacamos nuestro equipo de pic nic y tranquilamente nos pasamos un buen rato recuperando fuerzas.
La estrategia para poder pedalear en esta área semidesértica de intenso calor 40 a 45 grados centígrados a medio día, era salir muy temprano darle unos 70 u 80 Kilómetros, descansar todo el medio día hasta como las seis de la tarde cuando iniciaríamos otra vez el pedaleo haciéndolo por otros 40 kilómetros y así poder avanzar 120 kilómetros en promedio a diario.
Así pues con este planeamiento descansamos, le dimos una vuelta a la placita sacando fotos de la iglesia y comprando algunas cosas como agua, tortillas de harina (estilo Chihuahua), etc. Y a eso de las seis de la tarde, seguimos nuestro camino pasando por un Cristo que parece estar volando en la cima de un cerro para después seguir pedaleando hasta “un bosque de encinos y gente amable” en el Km. 40 de esta carretera nueva, que nos había recomendado Agustín Villegas el iniciador de la Ruta Chichimeca y ahí, bajo el abrigo de unos árboles de buen tamaño acampamos dando fin al primer día de un viaje pedaleando, que nos llevaría de lo más al norte del Estado de Chihuahua, pasando por nuestra querida tierra Durango y terminando en el vecino estado de Zacatecas.
Continuará...
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